viernes, 30 de abril de 2010

SALUD, TRABAJADORES

HOMERO
Cuando sale del trabajo, Homero viene pensando
que al bajar del colectivo, esquivará unos autos,
cruzará la avenida, se meterá en el barrio,
pasará dando saludos y monedas a unos vagos.
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Dobla en el primer pasillo y ve que va llegando,
y un ascensor angosto lo lleva a la puerta del rancho.
Dice estar muy cansado y encima hoy no pagaron,
imposible bajarse de esta rutina y se pregunta ¨¿hasta cuándo?¨
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Se hace difícil siendo obrero hacerte cargo del pan,
de tu esposa, tus hijos, del alquiler y algo más.
Poco disfruta sus días pensando en cómo hará,
si en ese empleo no pagan y cada vez le piden más.
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Qué injusticia que no se valoren
eficacia y responsabilidad,
porque él hoy se mató pensando
y es lo mismo que uno más.
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Homero está cansado, come y se quiere acostar,
vuelve a amanecer y entre diario y mates
se pregunta ¨¿cuánto más?¨
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Y es así, la vida de un obrero es así,
la vida en el barrio es así,
y pocos son los que van a zafar.
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Y es así, aprendemos a ser felices así,
la vida del obrero es así
y pocos son los que van a zafar.
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De "Especial" (1999)

sábado, 24 de abril de 2010

JAIM ETCHEVERRY, Guillermo: Escrito a mano


¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se enseña en las escuelas.
Cuando se emplea una lapicera, en general se lo hace para escribir con letra de imprenta. Stefano Bartezzaghi y María Novella de Luca, periodistas italianos interesados en el tema, se preguntan si la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia o constituye una emergencia cultural. Muchos expertos se inclinan por la última alternativa.
En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.
En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
Por su parte, el escribir en letra de imprenta, alternativa que se ha ido imponiendo, implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.
Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable.
Es ilógico suponer que la tendencia actual se revertirá, pero al menos los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo.
Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.
En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Muchos escritores, habituados a escribir en un teclado, desearían a veces volver a realizar incisiones en una tableta de arcilla, como los sumerios, para poder pensar con calma. Eco propone que, así como en la era del avión se siguen tripulando barcos a vela, sería auspicioso que los niños aprendieran caligrafía, para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollo psicomotor.
Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. Y, sí -admite su autora, Claire Suddath-, tal vez seamos algo más perezosos. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo.
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El autor es educador y ensayista

jueves, 15 de abril de 2010

NERUDA, Pablo: XXV (de "Cien sonetos de amor")

W. Lingnau

XXV

Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era el aire que esperaba.

Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.

Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.


Pablo Neruda
(Chile, 1904/1973)

miércoles, 7 de abril de 2010

IMPRIMIR - IMPRESO - IMPRIMIDO


Muchas veces dudamos cuál es el participio correcto del verbo "imprimir" porque uno u otro "nos suenan mal". ¿Impreso? ¿Imprimido?

Debemos saber entonces que el verbo "imprimir" admite los dos participios: uno, irregular (impreso), y el otro, regular (imprimido).

Aunque la forma que más se usa y se prefiere es la irregular (impreso), ambas están aceptadas, por lo que pueden utilizarse indistintamente en la formación de los tiempos compuestos ("habían impreso dos copias del original" o "habían imprimido dos copias del original") o en oraciones pasivas ("se han imprimido diez volantes" o "se han impreso diez volantes").

Pero cuando el participio está en función adjetiva, se prefiere utilizar la forma irregular ("la imagen impresa causó sorpresa").
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SF